domingo, 6 de febrero de 2011

Se apagó la luz





Day Is Done

When the day is done
Down to earth then sinks the sun
Along with everything that was lost and won
When the day is done
When the day is done
Hope so much your race will be all run
Then you find you jumped the gun
Have to go back where you begun
When the day is done
When the night is cold
Some get by but some get old
Just to show life’s not made of gold
When the night is cold
When the bird has flown
Got no-one to call your own
Got no place to call your home
When the bird has flown
When the game’s been fought
Newspaper blown accross the court
Lost much sooner than you would have thought
Now the game’s been fought
When the party’s through
Seems so very sad for you
Didn’t do the things you meant to do
Now there’s no time to start anew
Now the party’s through
When the day is done
Down to earth then sinks the sun
Along with everything that was lost and won
When the day is done






A la primera persona...

A la primera persona que me ayude a comprender,
pienso entregarle mi tiempo, pienso entregarle mi fe.
Yo no pido que las cosas me salgan siempre bien,
pero es que ya estoy harto de perderte sin querer.

A la primera persona que me ayude a salir
de este infierno en el que yo mismo decidí vivir,
le regalo cualquier tarde para los dos.
Lo que digo es que ahora mismo ya no tengo ni siquiera dónde estar.

El oro para quien lo quiera pero si hablamos de ayer:
es tanto lo que he bebido y sigo teniendo sed.
Al menos tú lo sabías, al menos no te decía
que las cosas no eran como parecían.

Pero es que a la primera persona que me ayude a sentir otra vez,
pienso entregarle mi vida, pienso entregarle mi fe.
Aunque si no eres la persona que soñaba para qué
¿para qué voy a hacer nada?

¿Qué voy a hacer de los sueños?
¿Qué voy a hacer con aquellos besos?
¿Qué puedo hacer con todo aquello que soñamos?
Dime dónde lo metemos.

¿Dónde guardo la mirada que me diste alguna vez?
¿Dónde guardo las promesas, dónde guardo el ayer?
¿Dónde guardo, niña, tu manera de tocarme?
¿Dónde guardo mi fe?

Aunque lo diga la gente yo no lo quiero escuchar.
No hay más miedo que el que se siente cuando ya no sientes nada.
Niña, tú lo ves tan fácil, ¡ay amor!
pero es que cuanto más sencillo tú lo ves, más difícil se me hace.

A la primera persona que me ayude a caminar,
pienso entregarle mi tiempo, pienso entregarle hasta el mar.
Yo no digo que sea fácil, pero, niña,
ahora mismo ya no tengo ni siquiera dónde estar.

A la primera persona que no me quiera juzgar,
pienso entregarle caricias que yo tenía guardadas.
Yo no pido que las cosas me salgan siempre bien
pero es que ya estoy harto de perderte.


Y a la primera persona que me lleve a la verdad,
pienso entregarle mi tiempo. No quiero esperar más.
Yo no te entiendo cuando me hablas ¡qué mala suerte!
y tú dices que la vida tiene cosas así de fuertes.

Yo te puedo contar cómo es una llama por dentro.
Yo puedo decirte cuánto es que pesa su fuego.
Y es que amar en soledad es como un pozo sin fondo
donde no existe ni Dios, donde no existen verdades.

Es todo tan relativo como que estamos aquí.
No sabemos pero, amor, dame sangre para vivir.
Al menos tú lo sabías, al menos no te decía
que las cosas no eran como parecían.

Y es que a la primera persona que no me quiera juzgar,
pienso entregarle caricias que yo tenía guardadas.
Niña, tú lo ves tan fácil, ¡ay amor!
pero es que cuanto más sencillo tú lo ves, más difícil se me hace.

A la primera persona que no me quiera juzgar,
pienso entregarle caricias que yo tenía guardadas.
Yo no digo que sea fácil, pero, niña,
ahora mismo ya no tengo ni siquiera dónde estar.

jueves, 13 de enero de 2011

Del conejo en el país de las maravillas (I)







Andaba el conejo revuelto en su madriguera. Era un ejemplar normal. De mediana edad. Ni grande ni pequeño. No destacaba. Como en todas las familias, al hacer algo mal, su madre le sacaba parecido al padre; mientras que el padre decía que se parecía a su madre. Y así se pasaban las culpas del uno al otro por la poca gracia que tenía el niño. Y el niño se miraba a sí y se decía: "¡Qué poco vales!".

Últimamente la falta de espacio le ahogaba y cada vez soportaba menos el contacto con los demás. Dado su carácter huraño, se había ido arrinconando en una esquina de la madriguera. Y así, callado, sin dar apenas ruido, se lamentaba del trascurrir de los malos días y peores noches.

Encontró, de una forma que a él se le antojaba mágica, un agujero por el que quizás cabría. El pasillo estaba allí, a su lado, y en todos estos años no había reparado en él. Picado por al curiosidad, y aprovechando que nadie le miraba, -como casi siempre- se atrevió a aventurarse en el agujero. Empujó con sus fuertes patas traseras mientras anteponía las delanteras porque, como todo conejo, era miedoso y temía lo desconocido.

Empujando y empujando, con lóbrega paciencia, comenzó a vislumbrar cierta claridad, y llegó por fin al final del túnel. Con su habitual desconfianza, asomó el hocico con ese gracioso movimiento de bigotes que le hacía singular. Afinó la vista y el oído por ver lo que pasaba:

El túnel llegaba a un espacio abierto y concurrido. Nuestro conejo, siempre precavido, no se atrevió a asomarse mucho. Su privilegiada situación, le permitió observar con detenimiento y con detalle lo que ante sí sucedía:

Afuera era de noche. Era una noche de luna de plata. Las sombras de enormes árboles se proyectaban sobre la hierba, las casas y los que allí estaban. Notaba la brisa agitar sus endebles bigotes y peinar suavemente el pelo de sus enormes orejas. Las estrellas poblaban un cielo precioso. Parecía una noche digna para una pareja de enamorados. Al este se alzaba un puente majestuoso, enorme. Su silueta estaba marcada por una fila interminable de lucecillas que coronaban su estructura. Sus enormes columnas, que tocaban el cielo, sujetaban unos cables que parecían diseñados para que gigantes jugaran a la comba. Bajo su enorme arcada, más cerca, se podía adivinar una playa. Desde su cobijo, el conejo pudo ver parejas de enamorados descalzos caminando sobre la arena mojada, cogidos de la cintura. De cuando en cuando, se detenían y se miraban. Se podía incluso disfrutar a cierta distancia del caluroso brillo de los enamorados ojos, que abrían una ventana a un alma en llamas. Las olas batían dulce y rítmicamente las rocas de la orilla, donde seguramente se alojaban moluscos, cangrejos de mar, pulpos y otros animales tan exquisitos para el paladar.

Hacia el otro lado se percibía el brillo de una ciudad. Eran una amalgama de luces, pero eran luces solitarias y melancólicas. Parecían vivas, reverberando por la distancia. A veces, incluso, parecían chispas de hogueras lejanas. Si llegaba algún destello a la cara del conejo, sus enormes pupilas reaccionaban como él: encerrándose, empequeñeciéndose, apocándose. Pensó el conejo que tras cada luz había, quizás, un muchacho estudiando, un ama de casa tendiendo la ropa, un padre fumando a la puerta, unos niños dando patadas al balón en la penumbra -las luces que se movían eran coches o camiones, cuyos dueños soñaban con llegar a casa a abrazar a su mujer, tras una dura jornada de trabajo- Un alma en pena, dos enamorados comiéndose a besos, un matrimonio discutiendo... Vida, vida y más vida.

Se sentía bien nuestro conejo cuando pensaba estas cosas. Se sentía privilegiado y poderoso porque pensaba que nadie más apreciaba estos detalles tanto como él. Pero todos sabemos que es mentira. Todos nos creemos únicos y mejores. Y quizás todos reaccionamos igual ante un paisaje tan entrañable.

Se sorprendió el conejo de que más allá del puente parecía haber un arco iris. Gigante, enorme, como si fuera una sublime puerta de entrada al parque temático más grande del mundo: un parque para enamorados, porque todos nos enamoramos alguna vez en la vida, pensó el conejo. Un arco iris por la noche es imposible. Sí, imposible para los demás, pero no para él, que creía que, si algo no era posible, se debía a que no se había intentado lo suficiente. Y nuestro conejo tenía una fe infinita. Y por eso creyó ver un arco iris nocturno. Por eso y por la luz plateada de la luna, por las nubes lloronas del fondo y por un detalle en el que no había reparado antes: coronaba el arco iris la figura voladora de una dama vestida de negro sobre una escoba. Iba acompañada de un caballero: el caballero de la triste figura. De su perfil quijotesco, alto y espigado, se advertía que se estaba sujetando a la cintura de la dama con firmeza. Ambos, juntos, sobrevolaban el puente de orilla a orilla, con el arco iris nocturno de fondo.



Andaba el conejo meditabundo, mientras contemplaba el panorama, cuando unas voces le sorprendieron. Reculó un poco en su agujero, temiendo haber sido descubierto. Pero no: estaba a salvo. No había reparado en que hacia el otro lado había un grupo de gente que se agitaba entre los vapores del alcohol que ingerían, las notas de la música que bailaban y las voces en lenguas extrañas que coloreaban la noche. Todos hablaban a un tiempo y se entendían. Era, sin duda, una fiesta de cumpleaños. (vídeo)

Gloria a Dios en las alturas,
recogieron las basuras
de mi calle, ayer a oscuras
y hoy sembrada de bombillas.

Y colgaron de un cordel
de esquina a esquina un cartel
y banderas de papel
verdes, rojas y amarillas.

Y al darles el sol la espalda
revolotean las faldas
bajo un manto de guirnaldas
para que el cielo no vea,

en la noche de San Juan,
cómo comparten su pan,
su mujer y su galán,
gentes de cien mil raleas.

Apurad
que allí os espero si queréis venir
pues cae la noche y ya se van
nuestras miserias a dormir.

Vamos subiendo la cuesta
que arriba mi calle
se vistió de fiesta.

Hoy el noble y el villano,
el prohombre y el gusano
bailan y se dan la mano
sin importarles la facha.

Juntos los encuentra el sol
a la sombra de un farol
empapados en alcohol
magreando a una muchacha.

Y con la resaca a cuestas
vuelve el pobre a su pobreza,
vuelve el rico a su riqueza
y el señor cura a sus misas.

Se despertó el bien y el mal
la zorra pobre al portal
la zorra rica al rosal
y el avaro a las divisas.

Se acabó,
que el sol nos dice que llegó el final.
Por una noche se olvidó
que cada uno es cada cual.

Vamos bajando la cuesta
que arriba en mi calle
se acabó la fiesta.


Más hacia el oeste -alejados del tumulto de la fiesta- allá donde había oído que vivían gentes con una vida más fácil, se encontró con una curiosa escena que le llamó mucho la atención. Una graciosa muchacha alegremente hacía equilibrio sobre una enorme bola. Junto a ella, un atleta de músculos definidos y mirada segura disfrutaba de la vista. Nuestro conejo ensimismado envidiaba al robusto joven, que con toda seguridad había robado el corazón a la chica. Pues ella le sonreía de continuo, dejando asomar las bonitas perlas de su boca, y arrugaba sus ojillos algo orientales. La niña adoptó una pose muy femenina, encantadora: echando los brazos al aire, marcando perfectamente las curvas de su cadera y el pecho bajo un coqueto vestido azul marino, y sujetándose con una pierna. Su pelo suelo, de media melena, le daba un aspecto angelical. Mas en un momento dado, para sorpresa del conejo y la muchacha, el atleta se yergue sobre sus pies, se aproxima a ella y la derriba de un poderoso empujón. De pronto, sin advertirla y sin mediar palabra. La mujer cae al suelo dándose un fuerte golpe. La cara de estupor y de sorpresa de la muchacha llama la atención. Aunque no pierde en ningún momento un ápice de su belleza. "¡Pero Julián!" se le escapa enfadada, en un tono que revela que es uno de esos enfados de madre que todo lo perdona.

Un poco desconcertado, el conejo se dio la vuelta. No había reparado en lo que tras de sí había: Era un explanada enorme, poblada de hierba no demasiado alta, un paraíso para un conejo como él. El cielo inmenso cubría la explanada con su manto estrellado. A lo lejos, en el horizonte, una cordillera de volcanes se abrazaban entre sí. Al conejo le dio la impresión de que estaba observando el filo de un enorme cuchillo de cortar el pan.


A un lado de esta vista tan preciosa había una casa. Observó con atención el conejo que en el exterior de la casa había gente. Por el ventanal se asomaba una preciosa mujer. De piel de porcelana, tersa y suave. De cabello ondulado, negro azabache. De manos delicadas de reina. De estilo exquisito de dama. La mujer escuchaba con atención, escondida en la noche, lo que desde el exterior de la casa un caballero la contaba.

Hablaba el hombre de viajes imposibles, de promesas efímeras, de viajes en globo, de amor en lata, de besos furtivos, de abrazos de humo... El hombre se acurrucaba junto al viejo tronco de un olmo. Cobijado entre sus sombras y sus ramas. No sabía el conejo si se escondía de la dama como un Cirano cualquiera, o se escondía de los demás como un donjuán de bisutería. El caso es que la dama le escuchaba con tanta atención y tanta pasión que ambos encontraban una especie de éxtasis, y parecían hallarse en el paraíso. Lo que más le llamó la atención de la escena al conejo fue que la casa sonreía. Y no solo sonreía, sino que sacaba la lengua, con una sonrisa burlona; quizás riéndose del destino de los enamorados o quizás riéndose del resto de los mortales porque no tenían el privilegio de observar tal escena.

Junto a aquella casa, había otra casita, más pequeña y modesta. De su única ventana salía el inconfundible resplandor anaranjado del fuego. Curioso, como todos los conejos, decidió acercarse. Abandonó su escondrijo y se aventuró en la pradera hasta trepar por la ventana. Y esto fue lo que vio:

Un hombre, alto y delgado, estaba sentado junto a la chimenea, que llameaba con fuerza. De vez en cuando echaba algún tronco al fuego para avivarlo. Junto a él, una botella de vino español abierta y dos copas. Una esperando; vacía y limpia. La otra muy usada. De vez en cuando daba un sorbo de vino, sin apartar la vista de unos papeles manuscritos que repasaba y corregía continuamente. Era un escritor, sin duda. De su cara melancólica y de su mirada infinita, se podía adivinar que su mente estaba lejos, muy lejos; en algún paraíso lejano. A través de la ventana se escuchaba tenuemente una melodía que parecía emocionar al escritor, pues cerraba los ojos y articulaba alguna que otra palabra de la canción: "Malchik moi, no pasarán... ya Adam, i ti, konechno, Eva". De las paredes -que apenas se vislumbraban, pues la luz del fuego apenas alcanzaba- colgaban fotografías de mundos visitados o anhelados: una blanca catedral gótica bajo un cielo de un azul especial; paisajes montañosos de un verde intenso; un perro que mira por la ventana con la misma melancolía del escritor, (bajo la fotografía se leía "Sabaka"); montañas humeantes, un helicóptero, aviones, un corazón dibujado en la arena mediterránea y otro corazón dibujado en la nieve siberiana; un gato negro sobre un coche plateado, grande y elegante... El escritor vivía rodeado de recuerdos y de momentos no vividos aún. Cerca de él, sobre un taburete reposaba un pequeño plato de aceitunas verdes. De vez en cuando se echaba alguna a la boca y se sonreía. Junto al plato, una guía turística -quizás de algún viaje planeado o pasado; quizás un proyecto literario-. Sobre la portada se leía "España". No pudo resistir comprarlo el día que fue por vino y aceitunas al supermercado. Había dos ejemplares. Recogió uno y no sintió nada especial. Le llamó la atención el otro, que era igual. Al abrirlo le alcanzó un aroma de mujer, suave y dulce. Decidió quedárselo. Una manta cubría sus hombros y de vez en cuando echaba un vistazo nervioso al móvil y quizás se entretenía tecleando algún mensaje. Era un hombre de dos vidas: la terrenal y la afectiva. Su anhelo: reunirlas.

Una nueva canción inundó la habitación y se mezcló con el zumbido anaranjado del fuego de la chimenea. El escritor cerró los ojos y se dejó llevar por la letra. Era su cantante favorito y el tema de la música pareció llegarle al alma. Con voz entrecortada y rota acompañó la canción: (vídeo)

Puedo ponerme cursi y decir que tus labios
Me saben igual que los labios que beso en mis sueños.
Puedo ponerme triste y decir que me basta
Con ser tu enemigo, tu todo, tu esclavo, tu fiebre tu dueño.
Y si quieres también puedo ser tu estación y tu tren,
Tu mal y tu bien, tu pan y tu vino, tu pecado, tu dios, tu asesino;
O tal vez esa sombra que se tumba a tu lado en la alfombra
A la orilla de la chimenea a esperar que suba la marea.
Puedo ponerme humilde y decir que no soy el mejor;
Que me falta valor para atarte a mi cama.
Puedo ponerme digno y decir: "toma mi dirección
Cuando te hartes de amores baratos de un rato, me llamas."
Y, si quieres, también puedo ser tu trapecio y tu red,
Tu adiós y tu ven, tu manta y tu frío, tu resaca, tu lunes, tu hastío;
O tal vez ese viento que te arranca del aburrimiento,
Y te deja abrazada a una duda, en mitad de la calle y desnuda.
Y, si quieres, también puedo ser tu abogado y tu juez,
tu miedo y tu fe, tu noche y tu día, tu rencor, tu porqué, tu agonía;
O tal vez esa sombra que se tumba a tu lado en la alfombra,
A la orilla de la chimenea, a esperar que suba la marea.
O tal vez ese viento que te arranca del aburrimiento,
Y te deja abrazada a una duda, en mitad de la calle y desnuda.
O tal vez esa sombra que se tumba a tu lado en la alfombra
A la orilla de la chimenea, a esperar...


Se dio cuenta de que al escritor se le escapaba alguna lágrima. El aventurado conejo decidió alejarse de la casa. No quería molestar la intensa vida interior de aquel hombre. De un salto volvió a la pradera. Indeciso, se preguntaba si sería mejor volver ya a su madriguera por el estrecho pasillo. Pensó que para una vez que osaba conocer otros parajes, más convendría echarle arrojo. Así que pensó en acercarse a la fiesta de cumpleaños. Le había despertado mucha curiosidad.

Pasito a pasito se fue acercando. Temeroso, agazapado, observaba con atención antes de decidirse a aproximarse un poco más. Hasta que estuvo tan cerca que pudo ver todos los detalles:

Sobre la mesa había todo tipo de aperitivos: ensaladas, pescados, pollo, uvas, dulces... Varias botellas yacían abiertas. Había llegado su hora, lo sabían. El miedo las había echo juntarse, para darse valor. La más valiente, la que se colocó al frente, era la que más llena estaba. Era el vodka. Apenas lo habían probado. El Martini, sin embargo, estaba prácticamente acabado; y el pobre vidrio temblaba como un flan porque sabía que poco le faltaba para que le llegara el final. Aún sacaban pecho osadamente las botellas de champán y vino, que estaban a medias. Las copas, rodeaban a las botellas. Constituían la primera línea de defensa. Cuando todas éstas estuvieran vacíos, sabían las botellas que se había acabado la esperanza.

Al pie de la mesa, yacían los restos de una copa caída en combate. Sin duda, algún comensal la había rozado, descuidado en algún baile, y la copa había caído al suelo herida de muerte, con el corazón partido en mil pedazos que nadaban en un charco de alcohol. Se aproximó el curioso conejo y acercó el hocico para relamer el martini derramado. Los conejos no beben por lo general, y la dulce mezcla enseguida encontró el camino directo a la cabeza del animal.

Notó el conejo que la vista se le afinaba y, sin querer, se le puso una sonrisa bobalicona en la cara. Se notó con más fuerza y más atrevido. Tanto, que decidió aventurarse de lleno en la fiesta.

El cumpleaños debía de ser de alguien importante porque las campanas de una catedral cercana no habían dejado de replicar todo el tiempo. Los comensales hablaban alegremente y agitaban el cuerpo al ritmo de alguna canción del momento. Cuando la música se volvía lenta, depositaban las copas en la mesa y se juntaban en parejas para disfrutar de la música moviéndose al unísono abrazados.

Gustándole al conejo lo que veía, decidió dar más lametones al martini. Esta vez el efecto fue más radical: Todos se detuvieron y comenzó una pequeña demostración de fuegos artificiales. Arriba en el cielo, entre los resplandores del espectáculo, le pareció al conejo ver una figura conocida. Mientras intentaba afinar la memoria, enturbiada por el alcohol, reconoció una melodía familiar: "I wish I could fly" aderezaba el show. Pronto la figura se hizo reconocible, pero no iba solo. El conejo comenzó a preocuparse sobre los estragos que el alcohol estaba causando a su entendimiento. Por encima de ellos, fugaz sobrevoló la fiesta lo que al animal le pareció ser superman abrazando a una mujer. Ambos, con la sonrisa inocente y virginal que causa el amor, observaban desde lo alto el manto de luces que poblaba el suelo. Confundido, el conejo los vio alejarse en dirección al puente iluminado, cruzarlo y adentrarse, a través del arco iris, en el parque temático de los enamorados.

Volvió el animal a posar la vista en la tierra. Medio mareado. Cuando regresó de su ensimismamiento, advirtió que los fuegos artificiales habían concluido y los comensales charlaban amistosamente. Fijó ahora la vista en los invitados. Había de todo: hipopótamos de piel rosada y sonrisa perenne, cocodrilos que solo acudían porque daban qué comer, bóvidos de cuernos enormes que molestaban a quien se ponía a su lado, simios graciosos que amenizaban la velada con sus continuas bromas y gestos a veces obscenos...

Se preguntó el conejo de quién sería el cumpleaños. Mientras andaba perdido en sus pensamientos intentando adivinarlo, se le ocurrió ir a probar un poco más de martini, pues le había gustado tanto. De nuevo el efecto del alcohol sobre el pequeño conejo se multiplicó. Notaba la cabeza ligera y sus patas comenzaban a moverse al ritmo de la música. Él -un conejo por lo habitual tímido- jamás había bailado y para él era una sensación nueva. Pleno de confianza, movía su trasero animadamente mientras se entremetía peligrosamente por las patas de los enormes animales que le acompañaban en al fiesta, pues todos le superaban en tamaño. Pero el efecto del alcohol era tal que se creía tan grande y vigoroso como los demás.

Estaba disfrutando de la fiesta como uno más cuando de repente apareció ante sí una visión que superó en belleza, gracia y presencia a todas las maravillas que había encontrado en su improvisado viaje. Su cara de asombro olvidó el puente de luces, el arco iris nocturno, la playa de los enamorados, la bruja en su escoba, la casa burlona, los volcanes lejanos, el escritor soñador, superman y su chica... Todo quedó atrás. Al conejo se le detuvo el mundo: olvidó la música, ignoró a los invitados, se detuvo la brisa, las estrellas cayeron del cielo y la luna se eclipsó. Ante si se plantaba el más maravilloso ejemplar de leona que jamás había visto. Ni en las revistas de Nature para conejos mayores de 18 años, que su padre guardaba en el armario de su alcoba, había visto jamás un modelo de leona tan espléndido. Advirtió, así mismo, que ella era la protagonista del cumpleaños. Su mirada felina: segura y honesta. Sus delicados movimientos. La figura esbelta. Las garras acicaladas. Paseaba su presencia con una majestuosidad que nuestro conejo jamás había visto; y al momento, peligrosamente, se enamoró.


Animado por el alcohol y la belleza del animal, se atrevió a improvisar unas palabras para la leona. Su alma comenzó a vibrar, el corazón latía con furia. Dentro de sí surgió una energía incontenible que solo pudo liberar al pronunciar las siguientes palabras:


"De ti se puede escribir un libro,

pero lo guardaría en mi cajón y no se lo enseñaría a nadie, por celos.

De ti se puede componer una canción,

mas a mis oídos serían cantos de sirena que me llevaran a la perdición. Pero deseoso de escucharla, como Ulises, me haría atar a un mástil para no poder arrojarme a las aguas.

De ti se puede pintar un cuadro,

mas nunca reflejaría tu tez cambiante entre blancos inmaculados y rojos color vino, ni tu sonrisa preciosa ni los relámpagos que lanzan tus ojos asombrosos.

De tu nombre llamaría un nuevo mes,

como los emperadores romanos. Sería un mes de sol con sonrisa, de flores en los campos, de lluvia ocasional por las lágrimas de amor derramadas. Sería un mes de cuarenta días.

De tu cuerpo esculpiría los moldes para las cariátides de un olímpico palacio. Con sus libidinosas curvas, con su robusta perfección.

De tus atávicas piernas recuerdo el tacto suave, la fuerza del amor y su esplendorosa forma de vigorosas columnas.

De tu cabello me acordaré siempre:

el grosor y la rebeldía cuando lo vi por vez primera. Su aspecto enmarañado cuando entre jadeos. Tu aspecto indómito cuando se entremetía en tu rostro.

De tu boca haría un monumento, con múltiples copias.

Una para la plaza de los enamorados, por su sensualidad. Otra para la plaza de la alegría, por tu sonrisa hechicera. Una más junto al puerto, por su humedad. Y la última en el parque de los poetas, por las palabras bellas, los cantos de sirena, por su línea directa con tu alma.

De tus manos delicadas y finas me quedo con las caricias,

con los finos dedos para que me recorran la espalda con suavidad, como las patitas de algún insecto.

De tu olor se podría hacer el perfume más caro que se encontrara en los Campos Elíseos.

Tu olor, lleno de feromonas, embriagador cuando lo aspiro. Entonces mi memoria viaja a los grandes momentos de felicidad que junto a ti he pasado.

De tus ojos me enamoro cuando se enfrentan a los míos.

Mirada de pueblo antiguo. Siempre desafiantes, siempre envueltos en destellos del fuego eterno que te alumbra por dentro. Me asustan porque son profundos y oscuros, iluminados por hogueras, como la noche de San Juan. Tus ojos me conocen y, por ello, apenas aguanto su mirada. Me ven como soy, como nací, desnudo, desprotegido, sin barreras, a pecho descubierto. Y me avergüenzo.

De tu sonrisa, fascinante, mejor me vendría olvidarme.

Me derrite, me consume. Es tan bonita que una portada en una revista famosa no la haría justicia. Ya no puedo mirarla porque un dolor nostálgico se apodera de mi alma y mis ojos se vuelven tristes de muerte.

De tu piel construiría un mundo nuevo.

Con sus cumbres elevadas, sus llanuras suaves y acogedoras. Los bosques, las simas, los ríos, volcanes… Curvas, curvas y curvas. Temblores. Calor.


De tu país me haría hijo adoptivo.

Mi segunda patria. Tan lejano y tan cercano al mismo tiempo. Tan mío porque es tuyo. Me gustan ya sus múltiples paisajes, su tiempo variable, sus ciudades estratégicamente desordenadas, su cultura dominante, sus casas tan humanas y su gente tan arraigada. Cuando tenga la oportunidad de pisarlo, primero, cual Papa, me arrodillaré a besar el suelo.


De tu presencia los pajarillos elevan el tono cuando junto a ellos pasas,

las flores bajan la cabeza humilladas ante tu belleza, los guapos te sonríen anhelosos y los feos te miran de reojo. Y yo… yo me quedo con cara de tonto y ojos tristes.


De tu seguridad contagiosa no me quiero despegar.

Me hace tanto bien. Me haces tanto bien. Mi ánimo, junto a ti, toca el cielo. Mi sonrisa se abre cual sombrilla al sol del mediodía. Si estoy de mal día, me lo conviertes en domingo. Si en bueno, se vuelve una Navidad.


De tus palabras me admiro.

Escucho y aprendo como niño chico. Todo es nuevo para mí, y cada expresión revela una filosofía de vida diferente. Algunas las había oído de soslayo, otras son prodigios de elocuencia y buen gusto.

De mí... de mí... puede que llegue a haber otros, pero ninguno como yo."


Así concluyó el conejo su largo ditirambo. La leona le había escuchado con la atención que siempre dedicaba a todo lo que la rodeaba. Lejos de la fiereza que había demostrado las veces que había tenido que matar alguna vaca. Quiso ver nuestro protagonista un breve relámpago de amor en la mirada de la diosa felina. Su corazón se hinchó de orgullo y pasión. Por momentos, se vio a sí mismo más grande y fuerte de lo que en realidad era. Y se soñó en un mundo ideal en el que competía por hacerse el amo de la manada y ganarse el corazón de la leona.

Dejó la fiesta atrás. A los huéspedes aún les esperaban ciertas alegrías. Pero el conejo decidió que, de momento, mejor sería regresar a la madriguera. No fuera que todos le anduvieran buscando por llegar demasiado tarde. De camino, regresaba meditando en todo lo que había vivido en tan pocas horas. Pero de entre todos los sentimientos, dominaba el del profundo amor que había surgido en él. Y en su mente, imaginaba mil y una maneras diferentes de llegarle al corazón felino. Él, un humilde e indefenso conejo, en brazos de una angelical leona: (vídeo)

I sit and wait
does an angel contemplate my fate
and do they know
the places where we go
when we´re grey and old
´cos I´ve been told
that salvation lets their wings unfold
so when I’m lying in my bed
thoughts running through my head
and I feel that love is dead
I’m loving angels instead

and through it all she offers me protection
a lot of love and affection
whether I’m right or wrong
and down the waterfall
wherever it may take me
I know that life wont break me
when I come to call she wont forsake me
I’m loving angels instead

when I’m feeling weak
and my pain walks down a one way street
I look above
and I know ill always be blessed with love
and as the feeling grows
she breathes flesh to my bones
and when love is dead
I’m loving angels instead

and through it all she offers me protection
a lot of love and affection
whether I’m right or wrong
and down the waterfall
wherever it may take me
I know that life wont break me
when I come to call she wont forsake me
I’m loving angels instead

martes, 4 de enero de 2011

De la zorra confiada

Zorro con ojos tristes de muerte

Andaba una zorra rebuscando entre las zarzas por ver si encontraba algún gazapo entre tantos agujeros que por la zona había. Había pasado la mañana, como ya era costumbre, envuelta en riñas con los dueños de las diferentes granjas que alcanzaba a controlar. Si uno protestaba porque le faltaban huevos, otro la perseguía porque no quería dejar escapar ni al más insignificante de sus nuevos y pequeños polluelos. O aquel otro, que acertó a darle un puntapié cuando, despistada, rebuscaba entre los armarios de la cocina, cuya puerta había encontrado entreabierta.
Y así transcurría su vida: las guerras rutinarias por la mañana, la evasión y curiosidad de la tarde y, cuando regresaba a la madriguera, las malas caras de los que necesitaban más de lo que ella les había podido dar.
Aquella tarde, casi como cualquier otra, había decidido ignorar el negro horizonte para alimentar su curiosidad innata, mezclándose con la enorme zarza que ocupaba gran parte del mundo que ella conocía. Allí, entre ramas, frutos, espinas, agujeros… olvidaba sus rutinas y permitía a su imaginación gobernar su cansada mente y llevarla quizás a otros paisajes desconocidos, quizás incluso a otros mundos. Mas en aquella ocasión algo la distrajo: pensó que sería alguna pequeña alimaña que desafiaba su suerte atreviéndose a cruzar en su presencia. Sin embargo, al volver la vista a un lado, descubrió que se trataba de un sabueso de los que tanto había oído de pequeña. El abuelo le había contado mil y una batallas con los perros que contra ellos mandaban los de los pueblos. Las carreras frenéticas, los ladridos horribles, el sudor y el cansancio eran la parafernalia típica de las historias del abuelo. La victoria solo era un hasta mañana. La derrota… hasta ya bien entrada en años no habían querido contarle qué pasaba cuando te alcanzaba una banda entera de sabuesos.
Este sabueso la miraba con atención. Ambos inmóviles, quizás nerviosos. Su cuerpo robusto, la mirada altiva, las orejas atentas. Sin embargo, esa mirada le decía que éste no era uno más; que, ante tan soberana estampa, se escondía un corazón noble y justo. Así que decidió acercarse. Humilló un poco la cabeza y dio unos pasos hacia el can, quien tampoco sabía cómo reaccionar ante una situación tan extraña. Se olisquearon por un momento y después, como si de un milagro se tratara, caminaron juntos fuera de la zarza. ¿Qué fue lo que les llevó a hacerlo? No se sabe. Dos mundos tan alejados se habían encontrado y, en lugar de desatar una batalla, habían decidido enlazar sus experiencias.
El primer día se aventuraron tan solo unos pasos en el claro. Lo suficiente para verse los rostros, para demostrarse que ninguno pretendía hacer daño al otro. Luego vinieron más días. A veces en la misma zarza, otras en el claro, las más en los árboles cerca de donde el sabueso acostumbraba a echar la siesta al abrigo del sol. De la costumbre vino el cariño y del cariño el amor. Amor imposible quizás. Amor animal a veces, amor muy racional las más. La zorra acostumbraba a acercarle parte de los manjares que para sí procuraba en sus pillerías. El sabueso la cobijaba con su presencia y su gallardía. Sabía mucho de la vida porque vivía en grupo y además el contacto con los humanos le había hecho tan astuto como la misma zorra.
Y así pasó un tiempo durante el cual aprendieron del otro, compartieron vida e imaginaron mundos futuros. Mas está escrito que la vida no es un camino de rosas, que tras cada minuto puede haber una esquina que, al doblarla, nos separa de lo que más queremos. Y así sucedió que el sabueso tuvo que volverse con la manada de donde había salido. Quedaron en no olvidarse, en avivar el fuego con los buenos troncos del recuerdo, en cuidarse en la distancia. Y tras la pertinente despedida, emprendieron cada uno caminos separados.
Quiso el destino que la zorra acertara a hurtar en unos terrenos que pertenecían al dueño de la manada de sabuesos ingleses de la que formaba parte nuestro protagonista. El amo se ofendió tanto que decidió por una vez, y contra la ley vigente, organizar una cacería al uso de los viejos tiempos. Preparó sus soberbios canes, arregló sus uñas, peinó su pelo y les dio unas palmadas de ánimo y, quizás, esperanza.
A lo lejos el horizonte se había tornado negro, como tantas veces. La zorra seguía merodeando entre la zarza y los claros, ajena a lo que se avecinaba. Alguna vez se le había pasado por la cabeza pero rápidamente había eliminado la idea, por no ser pesimista y porque eran cosas del pasado, que ya nunca volverían.
El señor, enfundado en su traje de gala, montó a lomos del mejor caballo e invitó a sus allegados a que se unieran, procurándoles también unos buenos alazanes. Repartieron entre los sabuesos trazas de tela con el olor que había dejado la zorra tras de sí. Los canes se apresuraron a olisquear lo que les ofrecía la mano que les daba de comer y, agradecidos, comenzó el alboroto.
Nuestro sabueso reconoció de inmediato el perfume. Se le escapó algún quejido, quizás de dolor, quizás de amor. Sus compañeros lo advirtieron -habían compartido toda una vida y se conocían muy bien- así que se apresuraron a rodearle y darle calor con sus cuerpos. Haciéndole saber que los suyos son los suyos y que los demás solo traen problemas. No se puede luchar contra natura, le parecieron decir. Además el señor no quedaría muy contento si obrara contra su voluntad. El sabueso se miró de arriba abajo y entendió cuál era su lugar, para qué había nacido y que su destino era mejor si sencillo, fuera de complicaciones.
Sin tiempo para más, se abrieron las puertas de los establos. La jauría enfurecida se apresuró al claro. Siguieron cómodamente los señores sobre sus monturas, con sonrisa tensa, como esperando que los sabuesos hicieran lo que se les había pedido. El grupo aceleró el paso al volver el árbol donde tantas veces la zorra había yacido con su amigo. Ya habían encontrado su esencia y ahora todo sería muy sencillo.
Sabiamente unos perros se echaron por el paso del oriente y otros hacia el poniente. El señor los seguía con la vista, en la distancia, aprobador. La zorra continuaba ajena a su destino. Había creído oír algún lamento a lo lejos pero se lo atribuyó a algún animal que hubiera tenido algún traspié.
El tropezón, sin embargo, le esperaba a ella. Más pronto que tarde se dio cuenta de la realidad. Miles de bocas preñadas de dientes amenazantes como sierras en una sala de operaciones emitían aullidos y ladridos que superaban todos los ruidos que en su vida había oído sumados juntos. La conmoción que le causó la certeza de conocer súbitamente su destino la atenazó. Si tuvo tiempo de pensar una solución a su situación nefasta, no lo hizo. La manada la fue conduciendo hacia una posición insostenible. Al poco se sorprendió de verse junto al camino que rodea el barranco por el que tantas veces había jugueteado de pequeña, donde había pasado sus mejores momentos. No tuvo ni tiempo de acordarse de cuando luchaba con sus primos y se empujaban por las cuestas, volviendo con dolor de espalda a la madriguera. O cuando se mordisqueaban las orejas en absurdas luchas de poder, jugando a ser mayores. No se acordó tampoco de su mamá, que le llamaba desde lo alto con pequeños gruñidos de desaprobación porque se había entretenido. Ni tuvo tiempo de mirar los hitos que le había marcado el abuelo: el árbol desde donde una vez se despeñó el hijo de uno de los señores, la madriguera que les había arrebatado una peligrosa serpiente… incluso a lo lejos se divisaban las montañas en las que decía la leyenda que habitaban unos zorros más altos y más fuertes, pero quizás menos bonitos, y les llamaban lobos.
Pero no hubo tiempo de nada. Por un lado ya se veían asomar las primeras cabezas, del otro no se veía nada pero el ruido era tan ensordecedor que se adivinaba que un grupo mayor se aproximaba por ese punto. La zorra se quedó inmóvil. Acertó a pensar qué injusto había sido el mundo no permitiéndola acabar su vida de una forma natural.
Recordó, ahora sí, cómo perecen los zorros en boca de los sabuesos: descuartizados, cada can aprieta con sus dientes y tira con fuerza para sí. Cincuenta bocas para tantos otros pedazos. Aullidos, ira, ladridos, sangre, carne, nervios, dolor… adiós.
Los perros se aproximaban a la carrera. No quería ya ni mirar pero lo hizo. Con asombro vio que su sabueso encabezaba el grupo. Venía veloz, enloquecido, babeante, rojo. La zorra le encaró con ojos tristes de muerte, la cola y las orejas humilladas, las patas cedían. El sabueso frenó casi en seco. Se detuvo a escasos metros y, junto a él, el grupo. Todos entendieron lo que pasaba. El ruido atronador agitaba las hojas de los árboles, los pájaros habían huido y los animales que no podían hacerlo se apresuraron a esconderse.
Vamos, parecían gritarle los compañeros, haz lo que tienes que hacer. La zorra seguía encarada pero entregada a su destino. ¿Por qué tú? Se preguntaba para sus adentros. ¿Por qué les has creído? Si no me conocen… Al sabueso le podía el ruido. No le dejaban en paz. No era el momento de pensar. Lo mejor es lo más fácil. El mundo es así por una razón. O quizás no…
Dos pasos dio para adelante. No se sabe si en señal de paz o para atacar. La zorra no quiso dar la oportunidad de ver fallar a aquél a quien tanto había amado y, con paso firme y con toda la cobardía del mundo, saltó con todas sus fuerzas hacia el abismo del barranco de su niñez. Allí donde había pasado lo mejor de su vida, cuando las dificultades del mundo se ocultan tras las cortinas de la inocencia, allí impactó su cuerpo, inerte ya porque le había dado tiempo a morir en el breve tiempo que duró su vuelo. De tristeza o quizás de amor. Eso solo lo sé yo.

domingo, 2 de enero de 2011

Del corazón

Los piensamientos vienen y van en un movimiento circular perpetuo


Solo pienso en ti. Las longevas noches las acorto para no estar tanto tiempo sin pensarte, para respirar; a pesar, incluso, de que últimamente apareces en todos mis sueños. Me eres, preciosa, tan necesaria como la cabeza al sombrero, o el lápiz al papel. Mi espíritu milenario descansa cuando reposa junto al eterno espíritu tuyo; como si la naturaleza se hubiera tomado su tiempo para -cual madre protectora, bajo su vigilante mirada y dejando entrever una media sonrisa de satisfacción- finalmente permitir que por fin nos reconociéramos.

¿Me reconoces?


Laboro incansable, como jefe de una mafia centenaria. Paso los días maquinando y repaso una y otra vez los planes; sin variar nunca una sola coma, llegando siempre a las mismas conclusiones. Una y otra vez. Mas el reprobable mafioso no es tal, sino, en realidad, un niño consentido que vive sumergido en un mundo de ilusión y que construye castillos en el aire.

En los inmensos castillos de sus sueños, es un orgulloso caballero de brillante armadura que supo un día decir basta y decidió luchar -él, que nunca se había atrevido a matar una mosca- contra el dragón de su pasado. El ardor de la batalla destruyó las bases de su antiguo castillo. Gigante sólido y eterno a ojos de todo el mundo, mas un gigante de pies de barro visto desde dentro: siempre amenazando con derruirse sobre las cabezas inocentes de los que allí moran. No merecía ya la pena seguir invirtiendo tanto esfuerzo en mantenerlo cuando, en realidad, era ya una ruina sujeta a todo tipo de inclemencias.

A cambio, el botín de su gran triunfo es el mas jugoso de los manjares, el más preciado de los premios, la más linda situación: la paz consigo mismo. Resulta contradictorio que en muchas ocasiones la paz se alcance a través de cruentas batallas. Sin embargo, le posee ya el presentimiento que conocen muy bien los que se saben vencedores: la sensación de que no se le resistirá la victoria, el saberse superior.

¿Quieres ser mi botín?


Te miro y mi alma se calma y sonríe de satisfacción, y de plenitud. Es el descanso del guerrero. Porque cuando tú me miras me derrito, cuando me sonríes me invade una combinación de orgullo y vergüenza, cuando me tocas soy todo un escalofrío. Cuando yo te miro, es desde mi alma, que se asoma tímidamente al Paraíso; mas si te sonrío es la felicidad que se me escapa a borbotones; y si te toco... se me despiertan todos los instintos.

¿Acaso completas mi alma?


He decidido, por fin, cambiar. Abandonar ese estado vegetativo que había elegido para mí y vivir la vida con la intensidad que merece. Por eso ahora "me encabrono, me divierto, me emociono, me arrepiento... Soy un ser vivo." Las cosas me irán bien o mal, pero irán. Desconozco si con mis intenciones he tomado dirección del cielo o del infierno, pero me he puesto en pie y he echado a andar.

Caminante no hay camino.
Al andar se hace camino
y, al volver la vista atrás,
se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar.

Trataré, con toda mi alma, de disfrutar el viaje en este tren que está cogiendo velocidad. Sin embargo, no puedo evitar mirar de reojo el horizonte desde las ventanas de mi vagón, queriendo de adivinar, con excitación y temor, lo que se avecina. He saltado en marcha a un tren que no sé si me lleva a una cita con mis demonios o con mis ángeles. Lejos, las nubes a veces me parecen reflejar un resplandor color caldera; otras, en cambio, se adivina un gran arco iris.

Los viajes en solitario, interminables, me son casi tan poco agradables como aquellos en los que la compañía no es buena; algo tan frecuente.


Me gustaría tener un buen acompañante. Alguien con quien compartir pareceres, sonrisas y calor; un ser especial, como yo. Mas si yo soy especial es porque a tus ojos soy especial. Y porque a mis ojos eres especial. De otra manera nos veríamos envueltos en la paradoja que refleja El Principito, con un rey solitario en su pequeño mundo; algo tan frecuente.

Are you the special one?


El viaje será duro y habrá discrepancias. La discordia intentará entrar en el vagón, con sus largas y alambrosas manos. Habremos de parapetarnos, apoyándonos el uno en el otro. Nos tendremos que agachar cuando nos tiren piedras-boomerang a través de las ventanas, al pasar por estaciones herrumbrosas cercanas. A veces será lento y tendremos la gran oportunidad de recuperar fuerzas con una intensa mirada a los ojos del otro. Otras, todo será vertiginoso y apenas sabremos dónde estamos o quién está con nosotros (y quién no). Yo ofrezco mi mano abierta, mi abrazo que da tanto como recibe, mi sonrisa o mi mirada intensa y agradecida. A cambio quiero calor. No más.

¿Me lo das?



сердце

Мысли приходят и уходят в вечное круговое движение


Просто думаю о тебе. Ночи были сокращены продолжительность жизни не обойтись, не думая о вас, чтобы дышать, хотя даже, что недавно появились в моих мечтах. Я люблю вас, драгоценные, в случае необходимости, как глава шляпу, или карандашом на бумаге. Мой дух лежит тысячелетия, когда она лежит рядом с вечным духом вашим, как будто природа взяли время на защитные матери, которая под его бдительным оком и намекая на полуулыбкой удовлетворения, наконец, позволит нам, наконец, мы признали.

Узнаете ли вы меня?


Неустанные усилия в качестве главы мафии веков. Я провожу дни, черчения и снова и снова пересмотреть планы, не меняя одну запятую никогда, никогда к тем же выводам. Снова и снова. Но мафия не столь спорными, но, на самом деле, избалованный ребенок, который живет погруженный в мир иллюзий и кто строит воздушные замки.

В огромный замок своей мечты, это гордый рыцарь в сияющих доспехах, что он знал, в один прекрасный день сказать: хватит, и решил бороться, он никогда не посмел убить муху с драконом своего прошлого. Пылу сражения уничтожили основу древнего замка. Гигантские твердых и вечное в глазах мира, но гигантский на глиняных ногах, видел изнутри, всегда угрожает рухнуть на невинные головы тех, кто живет там. Он не заслуживает наказания и продолжают вкладывать много усилий в соответствии, когда, по сути, уже руина с учетом всех видах погоды.

В свою очередь, портит его большое торжество сочные пищевой, самый ценный из призов, самые красивые ситуации: мир с самим собой. Она противоречива, что многие мирное время достигается через кровавые бои. Однако она уже имеет подозрение, что они очень хорошо знаю, которые известны победители: ощущение, что он не победа стенд, верхняя известно.

Ты будешь моей добычей?


Я смотрю, и душа моя тихо и улыбается удовлетворения и самореализации. Является ли остальные воин. Потому что когда ты смотришь на меня я расплава, когда я улыбаюсь, я чувствую себя сочетание гордости и стыда, когда ты прикасаешься ко мне я все дрожь. Когда я смотрю на это с моей души, которая выглядит застенчиво в рай, но если ты улыбаешься, что счастье ускользает от меня рывками, и если я касаюсь ... Я просыпаюсь каждый инстинкт.

Будет полная моя душа?


Я решил, наконец, изменить. Оставляя вегетативном состоянии, который выбрал для себя и жить с интенсивностью, которого она заслуживает. Так что теперь "она писает меня, я весело, волнуйся, я извиняюсь ... Я живое существо." То, что я иду правильным или неправильным, но они будут. Знайте, если мои намерения взяли направление от небесах или в аду, но я встал и начал ходить.

Caminante не сено Камино.
Пешком путь
и, оглядываясь назад,
Вы видите путь, который никогда не ходил еще раз.

Попробуйте, всем сердцем моим, чтобы насладиться путешествие на этом поезде, который набирает обороты. Однако, я не могу помочь, но косо смотрят на горизонте из окна моей машины, пытаясь угадать, с волнением и страхом, что ждет впереди. Я вскочил на поезд я не знаю, если он берет меня с моим назначением демонов и мои ангелы. В гостях, облаков на раз я по всей видимости, отражает цвет свечения котла другой стороны, догадки радуги.

Индивидуальные путешествия, бесконечные для меня почти так же неприятно, как те, в которых компания не хорошо, что-то так часто.


Жаль, что я был хорошим сопровождением. Кто-то для обмена мнениями, улыбками и теплом, специальные, как и я. Но если я особенного в глаза, потому что я особенный. И потому, что мои глаза специальные. В противном случае мы бы быть вовлечены в тот парадокс, что отражает князь, с одинокого короля в его маленьком мире, что-то так часто.

Вы особенный?


Путешествие будет трудно и расхождения. Раздор попытке войти в машину, с его длинными руками и жилистый. Мы парапет, опираясь друг на друга. Мы должны будем утки, когда мы бросаем камни "Бумеранг через окна, проходящей через станции поблизости ржавого. Иногда оно будет медленным и у нас будет возможность восстановить силы с интенсивным смотрят друг на друга глаза. Другие, все голова, и просто будет знать, где мы или кто с нами (а кто нет). Я предлагаю руку открытой, обнимаю, что дает так много, как получение, моя улыбка и глаза интенсивным и плодотворным. В свою очередь я хочу тепла. Не больше.

Могу ли я его?


Хотя я бедняга
почти всегда говорю правду,
как пылающий огонь.
Я всегда хотел быть, что я не являюсь.
Это не займет время с вами,
нет часов:
не имеет смысла между вами и мной.

Кровь остались на бумаге.
Все, что я писать
следующего перерыва день,
если не потому, что я верю в вас.
Тем не менее, ты заставляешь меня жить
Я пишу
оставляя следы моей души
и каждый стих кожи Хирон.
Я сердце лежал на солнце.

сердца

Мысли приходят и идут в круговом вечном движении


Только я думаю о тебе. Престарелыми ночами я укорачиваю их, чтобы не быть столько времени, не думая тебя, чтобы дышать; чтобы весить, даже, которого в последнее время ты появляешься во всех моих снах. Ты я, прекрасная, такая необходимая как голова в шляпу, или карандаш в бумагу. Мой тысячелетний дух отдыхает, когда он отдыхает рядом с вечным твоим духом; как будто природа взяла его время для - которая защитная мать, под его наблюдателем, смотревший и позволяя догадаться о половине улыбки удовлетворения - в конце концов позволять, что мы в конце концов признали.

Ты признаешь меня?


Я работаю неутомимо, как начальник столетней мафии. Я провожу дни строя козни и пересматриваю снова и снова планы; не изменяя единственной запятой никогда, прибывая всегда в те же заключения. Снова и снова. Больше достойный порицания мафиозо не является таким, а, в действительности, балованным ребенком, который живет погруженным в мире иллюзии и который строит замки в воздухе.

В огромных замках его снов, он - гордый рыцарь блестящего вооружения, который был можно один день говорить наметку и принял решение сразиться - он, который никогда не осмелился убить муху - против дракона его прошлого. Жар сражения разрушил основания его бывшего замка. Твердый и вечный гигант в глаза всего мира, больше гигант ног грязи я одеваю изнутри: всегда угрожая с derruirse на невинных головах тех, которые там обитают. Не заслуживало уже горе продолжать вкладывать такое усилие в то, чтобы поддержать это, когда это, в действительности, было уже разрушение, подверженное всем видам жестокости.

Взамен, ботинок его большой победы - самое сочное из яств, наиболее кичившееся премиями, самой красивой ситуацией: мир с собой самим. Он оказывается противоречивым, что часто мира достигли через кровавые сражения. Однако, им обладает уже предчувствие, которое знают очень хорошо те, которых знают победители: чувство того, что ему не будет сопротивляться победа, быть известен начальник.

Ты хочешь быть моим ботинком?


Я смотрю на тебя и моя душа успокаивается и улыбается удовлетворения, и расцвета. Это отдых бойца. Потому что, когда ты смотришь на меня, я таю, когда ты я улыбаешься, меня захватывает комбинация гордости и стыда, когда ты касаешься меня, я целая дрожь. Когда я смотрю на тебя, он состоит с моей души, в том, что он показывается робко в Рай; больше, если я ты улыбаюсь, это счастье, которое убегает от меня в borbotones; и если я касаюсь тебя..., мне просыпаются все инстинкты.

Возможно ты завершаешь мою душу?


Я принял решение, в конце концов, измениться. Оставлять это вегетативное состояние, которое выбрало для меня, и переживать жизнь с интенсивностью, которую он заслуживает. Поэтому сейчас "я encabrono, я развлекаюсь, волнуюсь, сожалею... Я - живое существо." Меня будут вещи в порядке или плохо, но пойдут. Я не знаю, если с моими намерениями я взял направление неба или ада, но встал и начал идти.

Путешественник нет дороги.
Походке делается дорога
и, направив вид сзади,
видна тропа, которая никогда не должна вновь топчется.

Я буду стараться, со всей моей душой, пользоваться путешествием в этом поезде, который берет скорость. Однако, я не могу избегать смотреть искоса горизонт с окон моего вагона, queriendo угадывания, с возбуждением и страхом, что приближается. Я прыгнул в движении в поезд, которое я не знаю, если он приводит меня во встречу с моими демонами или с моими ангелами. Далеко, иногда мне кажутся облака отражать блеск цвет бойлер; другие, взамен, угадывается большая радуга.

Путешествия в одиночестве, бесконечные, я почти такие малоприятные как те, в которых компания не является хорошей; немного такой частый.


Мне хотелось бы иметь хорошего аккомпаниатора. Кто-то несмотря на то, что которым делит pareceres, улыбки и тепло; специальное существо, как я. Больше, если я специальный, он, потому что в твои глаза я специальный. И потому что в мои глаза ты специальный. По-другому мы оказались бы завернутыми в парадокс, который отражает Principito, с одиноким королем в его маленьком мире; немного такой частый.

Пашите you the special one?


Путешествие будет твердым и будут расхождения. Разногласие попробует входить в вагон, с его длинными и alambrosas руки. Мы будем существовать parapetarnos, основываясь один в другом. Мы будем должны наклоняться, когда они выстрелят нам камни - boomerang через окна, пройдя по ржавым близким станциям. Иногда он будет медленным и у нас будет большая возможность вернуть силы с интенсивным взглядом в глаза другого. Другие, все будет головокружительным и мы едва будем знать, где мы, или кто с нами (и кто не). Я предлагаю мою открытую руку, мое объятие, которое дает настолько, насколько он получает, моя улыбка или мой интенсивный и благодарный взгляд. Взамен я хочу тепло. Не больше.

Ты даешь это мне?


Хотя я - бедный дьявол,
почти всегда я говорю правду,
как обжигающий огонь.
Всегда я хотел состоять в том, что я не.
Он не проходит время вместе с тобой,
не существуют часы:
он не имеет чувства между тобой и мной.

Я оставляю кровь в бумаге.
Все то, что я пишу
в следующий день он сломал бы,
если он не был, потому что я верю в тебя.
Несмотря ни на что, ты заставляешь меня жить,
ты заставляешь меня писать
оставляя след моей души
и каждое стихотворение - кожаный girón.
Я сердце, протянутое на солнце.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Mi luz (para ti)

El camino

Camino por sendas donde muchos han andado.
Nadie deja huellas ni señales. Preocupados por salvarnos.
No dejamos pistas a los que vienen por detrás.

El camino es angosto, difícil, tortuoso.
El camino es oscuro, largo, montañoso.
El camino es... no es un camino. Es un castigo.

"Caminante, no hay camino. Se hace camino al andar.
Al andar se hace camino. Y al volver la vista atrás,
se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar."

...

La luz

Buscamos una luz. Una señal, un símbolo, un socorro.
Buscamos perdón. Alegría. Paz. Felicidad.
Buscamos compartir. Sonreír. Respirar.

Busco una luz. Un amigo. Una mano. Libertad.
Busco una luz. Una amiga. Una sonrisa. Solidaridad.
Busco una luz. Un alma. Un corazón. Honestidad.

Encontré una luz. ¿mi luz? No lo sé.
Quiero seguirla. Ver dónde voy.
Encontré una luz ¿qué luz?

...S.

...

Mi luz

¿Cómo es tu luz?

Mi luz es blanca. Pura. Es ella.
Mi luz es bonita. Femenina. Es bella.
Mi luz es sensual. Trasparente. Es doncella.

¿Cómo es su voz?

Mi luz habla y yo escucho.
Mi luz sabe. Entiende. Me entiende.
Mi luz tiene voz de viola.
Depurado, grave a veces.

Cuando es necesario, estridente.
Dulce... ¡siempre!
Mi luz tiene cuerpo de viola.
Siempre afinado. Sofisticado. Elegante.

¿Cómo encontraste tu luz?

Eso... no te lo digo.
Eso queda entre su corazón y el mío.